jueves, 28 de abril de 2011

EL CAMINO HACIA EL FORTALECIMIENTO

LOS DONES DEL CORAZÓN. CUARTO CHAKRA

Un hombre que asistió a uno de mis seminarios me llevó aparte para explicarme la historia de su divorcio. Fue algo que nunca olvidaré. Aquel hombre me explicó que su ex mujer encontraba imposible vivir con la compasión que él sentía por los demás. Como me contó: “ Mi ex mujer considera que la gente debe cuidar de sí misma. Yo siempre he creído que la gente deber preocuparse por los demás. Siempre discutíamos cuando yo quería hacer regalos de Navidad a otras familias o donar dinero, y no era porque no tuviéramos suficiente para nosotros.
Aunque hubiéramos sido millonarios, mi deseo de ayudar a otras personas le habría seguido preocupando. Simplemente , no estaba preparada para preocuparse por nadie ni nada que no fuera ella misma, y fue mejor para los dos que tomáramos caminos diferentes.”
A la ex mujer de aquel hombre no le gustaba el amor desinteresado ni el gran corazón de su marido. Le asustaba tanto la vida en general y estaba tan dominada por el mito de que no hay suficiente para todos y tan aterrada por sus propias vulnerabilidades que mantenía prácticamente a todo el mundo a más de un brazo de distancia para que nadie pudiera romper su frágil muralla emocional.
El amor es sencillo, pero no es fácil.
Una idea equivocada bastante extendida sobre el amor es que, para poder tenerlo, necesitamos a otra persona en quien volcarlo: necesitamos una diana, un objeto, un receptor. Pero los maestros espirituales de las religiones de todo el mundo nos enseñan que es posible sencillamente aprender a amar sin un motivo, sin una persona. Jesús dijo; “ Si amáis a aquellos que os aman, ¿qué recompensa obtendréis? ¿Acaso hasta los cobradores de impuestos no hacen los mismo?.....Por eso no debéis poner ningún límite a vuestro amor, del mismo modo que vuestro Padre celestial no pone ningún límite a su amor” (Mateo 5:43-48).
Y un maestro espiritual más contemporáneo, Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito señala: “ El amor no es pensar, sino ser”.

“Donde impera el amor, no hay voluntad de poder; y donde predomina el poder, falta el amor. Uno es la sombra del otro.” Carl Jung.

La intuición del corazón- el amor- es una fuerza más poderosa que la intuición para la supervivencia, la fuerza de los primeros tres chakras. En este cuarto nivel, dejamos el plano físico para adentrarnos en el espiritual. Este cuarto centro energético nos arrastra a las profundidades del sentimiento, y no sólo me refiero a los sentimientos personales por las personas –la familia, los amigos o los compañeros de trabajo – que ya forman parte de nuestra vida. El amor, después de todo, influye en todas las cosas, y expande nuestra capacidad de intuir las vulnerabilidades y necesidades de otras personas y estar abiertos a ayudarles.
El amor a la humanidad es una fuerza motivadora central que permite soportar meses o incluso años de compromiso. Y esta misma fuerza sagrada atrae hacia nosotros a aquellas personas que son capaces de ofrecernos ese tipo de ayuda.
De todos modos, incluso cuando podemos penetrar en el núcleo de las necesidades de otra persona, no todos estamos dispuestos o somos capaces de ayudarle. Mucha gente no puede dar mas que una asistencia básica de tipo material – alimento, un techo, dinero- propia de la generosidad del primer chakra. Este tipo de generosidad es vital, puesto que el hambre aprisiona al cuerpo y al espíritu y limita la libertad del alma.
Pero madurar espiritualmente significa desarrollar la conciencia y el poder de ir más allá de esa zona de ayuda material – de las acciones impersonales, aunque vitales, de donar bienes – a actos de fortalecimiento espiritual.
Michael W. escribe:” Una tarde, estaba paseando por la avenida Van Ness de San Francisco entre la habitual variedad de transeúntes: jóvenes parejas cogidas de la mano, algunas personas mayores, bien solas o en parejas, y, por supuesto, los mendigo y los “sin techo”.
Me dirigía a un restaurante de moda para cenar. Cuando me estaba acercando a la esquina más próxima a la entrada del restaurante, vi a dos mendigos. Uno era de mediana edad y estaba sentado en la acera con la espalda apoyada en un buzón. Iba muy sucio. Su cara, su pelo negro y gris y su barba estaban cubiertos de suciedad y sudor seco. Sus ropas eran viejas y estaban oscurecidas por la mugre. Bajo las frondosas dejas, sus ojos estaban vidriosos y su mirada desenfocada, como si su mente estuviera en otra parte. Por su forma de hablar – balbuceante e incoherente- supuse que estaba en otro mundo o que tal vez era esquizofrénico, pues su mirada y sus balbuceos me recordaban a los de los pacientes que había visto en un hospital psiquiátrico estatal en el que trabajé.
“ Delante de la entrada del restaurante había un anciano también vestido con harapos, aunque no estaba tan sucio y parecía tranquilo y coherente. Sabía dónde estaba y qué estaba haciendo exactamente. Cuando me acercaba a la entrada del restaurante, una joven y atractiva pareja salía de él. Los dos eran guapos y vestían bien, parecían felices, inteligentes y ricos. La mujer , joven y hermosa, llevaba una caja de porexpán blanca con comida para llevar. El más anciano de los dos mendigos se les acercó y les dijo: “¿Dinero para comer?” En aquel instante, yo pasé rápidamente por su lado, evitando al mendigo. Seguidamente, la joven alargó la caja al anciano, quien la cogió inmediatamente y le dijo con simpatía: “¡Gracias, muchas gracias, Dios la bendiga!”. Me giré para mirar porque lo que yo había esperado no era un ofrecimiento y una aceptación de comida. El anciano sonrió a la pareja y se dirigió hacia el buzón, donde estaba sentado el otro mendigo. Abrió la caja: había media ración de comida con un cuchillo y un tenedor de plástico. Utilizó el cuchillo para cortar la tapa de la caja; después la colocó con cuidado sobre el buzón, donde también colocó el tenedor.
Después se encorvó hacia el otro mendigo y sostuvo la comida delante de él. Con mucha delicadeza, le dijo: “Eh, hermano, aquí tienes algo para comer”.
El hombre de mediana edad lo miró confuso. Parecía ser sólo vagamente consciente de que alguien le estaba hablando. El anciano le volvió a hablar, con suma amabilidad: “Venga, hermano, aquí tienes algo para comer”. Desde muy lejos, aquel hombre empezó a volver muy lentamente. Sus ojos empezaron a enfocar parcialmente. Parecía confuso mientras olfateaba la comida que tenía delante. Lentamente , volvió a este mundo y logró entender que alguien le estaba ofreciendo comida. El anciano esperó pacientemente. Por último, cuando el otro hombre, parecía haber comprendido, el anciano le volvió a repetir: “Venga, hermano, come algo”. Impertérrito, el hombre de mediana edad cogió la comida y murmuró:”Gracias”, encontró el tenedor y empezó a comer despacio. El anciano cogió la otra mitad de la comida, se sentó al lado del otro hombre y se pusieron a comer los dos juntos.”

La compasión y el respeto que mostró el mendigo de más edad por una persona que estaba peor que él fueron exquisitos. Si nos diéramos cuenta de que otra persona está muriéndose de hambre por una ración de dignidad, ¿seríamos capaces de alejarnos sin hacer nada? Si nuestro entramado espiritual funcionara como es debido, la respuesta debería ser: “ No, por supuesto que no.”
No estoy sugiriendo que eso signifique que debamos llenarle la despensa y los bolsillos a ese hombre, sino que nuestra capacidad para penetrar en el nucleo de sus necesidades y de sentir que su hambre también es espiritual nos llevaría a hacer algo.
La carta de arrepentimiento de Michael revela el conflicto interno que se crea cuando el corazón no ignora los miedos procedentes del instinto de supervivencia. El autor sabía desde el principio que su corazón no establecería una conexión emocional con aquellos dos mendigos. Pero la conexión emocional que sí se estableció entre aquellos dos hombres, sin duda dejó una marca en su conciencia, o no se habría tomado la molestia de escribir la carta. Si Michael se hubiera parado en la entrada del restaurante y hubiera respondido a la petición del mendigo con compasión y sin miedo, esa muestra de respeto habría sido un supremo acto de servicio. La comida dada con dignidad alimenta tanto el cuerpo como el espíritu.
Michael se encuentra en un punto de inflexión, o en un punto de ruptura a partir del cual puede hacer grandes progresos. Está bailando alrededor de su cuarto chakra e intentando mitigar su culpa al escribir una carta donde la admite, lo que es un buen ejercicio… por una vez.


(Extraido del libro"El poder invisible en accion")

lunes, 25 de abril de 2011

EL CAMINO HACIA EL FORTALECIMIENTO

LOS DONES DE LA AUTOESTIMA: TERCER CHAKRA

Hace algunos años, estaba impartiendo un seminario sobre el desarrollo de la intuición e intentaba ayudar a mis alumnos a concentrarse mejor en oir su voz interior.
Probé muchas tecnicas, desde la respiración consciente a la meditación y la visualización, pero ninguno parecía beneficiarse de aquellas prácticas, por lo menos en lo que se refiere a las habilidades intuitivas.

Mis alumnos estaban decepcionados, pero entonces me di cuenta de que, en realidad, ninguno de ellos confiaba en su sentido del yo. Lo estaban intentando, incluso cerrando los ojos y respirando profundamente, más que nada para impresionarme y para, por así decirlo, sacar buena nota.
No eran capaces de salir de su forma habitual de percibir la información procedente de sus propios campos energéticos.

Saber que las propias precepciones son precisas es algo que tiene que ocurrir sin necesidad de ninguna validación procedente de terceras personas. La intuición no llega como resultado de ninguna dieta en particular, la práctica de algún ritual o escuchar móviles de campanillas. Es una consecuencia natural de la autoestima, la fuerza más poderosa que se puede tener.
Con autoestima, la vida se puede convertir en una aventura porque uno sabe instintivamente que puede afrontar lo desconocido. Y puede permitirse ayudar a los demás sin miedos, lo que es la verdadera liberación.
El tercer chakra es el centro energético del yo. Es el centro del ego, la zona que posee el poder de la intuición para la supervivencia. Nos nutrimos más de la energía de este tercer chakra que de la de los otros seis. En este campo energético, las percepciones cambian de "a qué pertenezco" -percepciones tribales del primer chakra - y de los intercambios relacionales del segundo chakra - " a quién pertenezco" - al sentido personal e individual de la propia identidad.

Melissa J. describió perfectamente esta diferencia cuando escribió: "Hay actos de servicio personales e impersonales. Un acto de servicio impersonal sería, por ejemplo, participar activamente en el proyecto de una ONG. Los actos de servicio personales son distintos. Decides ayudar a una persona en concreto que forma parte de tu vida implicándote personalmente y, por lo tanto, realizas una obra piadosa, un auténtico acto de servicio."

El comentario de Melissa no desvaloriza, bajo ningún concepto, los proyectos de voluntariado, pero señala la importancia de fortalecernos interiormente lo suficiente como para poder fortalecer a otra persona.
Por ejemplo, ayudar a otra persona a contruirse una casa, un acto de poder del primer chakra, es una forma de ayuda que tiene un resultado muy tangible. Pero ser capaz de elevar la autoestima de otra persona, un acto de poder quintaesencial del tercer chakra, es menos visible y suele exigir mayor implicación personal.
Ayudar a otra persona a construirse una casa es algo transicional en lo que se refiere al uso de energía y tiempo, pero ayudar a fortalecer la autoestima de alguien es algo transformacional y puede costar mucho más en el aspecto energético.
Uno puede ver la casa que ayudó a construir, pero no puede sopesar o medir la influencia que ha tenido en la elevación de la autoestima de otra persona. Por ejemplo, podemos decir: "Yo coloqué esa ventana en la pared sur de esa habitación", pero nunca podremos justificar afirmaciones del tipo de:"Yo soy la razón de que él hiciera algo por sí mismo".

Nuestro ego desea recibir reconocimiento por la ayuda que damos y esto, sin lugar a dudas, puede influir sobre cuándo y cómo decidimos ayudar, y sobre si queremos que nos den las gracias o bien preferimos el anonimato.
Una mujer que conocí estaba muy amargada porque había ayudado voluntariamente a una comunidad consolando a las víctimas de experiencias traumáticas y se sentía engañada debido a que los demás voluntarios no habían reconocido sus esfuerzos. La labor de voluntariado implica ayudar donde y cuando es necesario; pero, para aquella mujer y para muchas otras personas, el voluntariado es un medio para cosechar elogios y establecer una base de autoridad y poder personales. Los juegos de poder y la política, por descontado, pueden ser tan habituales en las organizaciones de voluntariados como en los negocios, y constituyen desafíos típicos del tercer chakra.
Por otro lado, en uno de mis seminarios conocí a una mujer que era refrescantemente consciente y directa sobre lo que podía y no podía dar. Dijo:
-Yo no puedo ser una buena voluntaria porque necesito ser la jefa, y los voluntarios no pueden ascender de rango de la forma en que yo necesito hacerlo. Si, lo admito, necesito que reconozcan lo que hago porque hago bien las cosas.
Esta respuesta , por otra parte, no indica que aquella mujer no tuviera un espiritu generoso si no que sabía decir "basta".
La gente se quema constantemente porque no sabe controlar sus corazones compasivos; tienen sin cesar impulsos que los llevan a intentar rescatar a otras personas , y a veces a intentar controlarlas.
Saber compaginar nuestro deseo de reconocimiento y la llamada a actuar generosamente- y de la forma invisible- es una tarea fundamental de nuestro tercer centro energético.

(Extraido del libro"El poder invisible en accion")

domingo, 24 de abril de 2011

EL CAMINO HACIA EL FORTALECIMIENTO

LOS DONES DEL APOYO FINANCIERO Y CREATIVO: SEGUNDO CHAKRA

Dos amigos estaban charlando un dia y, en el curso de la conversación, uno le preguntó al otro:
-Si tuvieras dos casas, ¿me darias una?
-Por supuesto que si- le contestó el otro.
-Y si tuvieras dos barcos, ¿me darías uno?
El amigo le volvió a contestar:
-Claro, por supuesto que sí. Somos buenos amigos, ¿para qué estan los amigos?

Los dos hicieron una pausa, disfrutando de los tiernos sentimientos que se profesaban mutuamente. Entonces, el hombre le hizo a su amigo una tercera pregunta:
-¿Y si tuvieras dos pollos, me darías uno?
-No- contestó el amigo.

Muy sorprendido por ese cambio en la generosidad de su amigo, el hombre le preguntó:
-Pero ¿por qué no? Me darías una de tus dos casas y uno de tus dos barcos, ¿pero no un pollo? ¡No lo entiendo!
-Muy sencillo- contestó el amigo- Tengo dos pollos.


La generosidad puede ser todo un desafío si nos preocupa no tener suficiente para nosotros. Las inseguridades sobre la supervivencia diaria están firmemente arraigadas en los chakras inferiores. Es algo que hasta podemos ver reflejado en el lenguaje corporal.

Cuando nos sentimos incómodos o inseguros, nos cubrimos o protegemos automáticamente las áreas corporales del segundo y tercer chakras. Por ejemplo, cruzamos los brazos sobre el área bajo la cintura (segundo chakra) o sobre el plexo solar o estómago (tercer chakra).
Las mujeres a menudo se colocan los bolsos en el regazo a modo de escudo entre la energia externa y su segundo y tercer centros energéticos. Y el estrés en el segundo chakra, sobre todo el estrés provocado por cuestiones financieras, afecta principalmente a la parte inferior de la espalda: la zona lumbar.

De todos modos, tener estrés financiero no implica necesariamente tener dificultades económicas. A menudo ocurre lo contrario. Por ejemplo, he conocido a muchas personas cuyo estrés procede de experimentar intensamente el sufrimiento de la gente a quien ayudan. Una mujer que dirigía una fundación dedicada a ayudar a las familias a sobrevivir a los desastres naturales me dijo:
- Es imposible no implicarse personalmente en las historias de las personas que acuden a nosotros. Querrías estrecharlos entre tus brazos y prometerles que todo irá bien.
Encuentro sumamente gratificante poderles ayudar, pero he de reconocer que lo paso muy mal cuando tengo que decirle a alguien que se han agotado los fondos y no puedo darle dinero. De todos modos, cuando ocurre esto, la comunidad siempre acude a su ayuda.

La presión que tenía esta mujer como directora de la fundación caritativa a menudo le producía dolor en la región lumbar. Ella admitió que a veces se sentía culpable por el hecho de tener una situación económica mucho más holgada que las personas que acudían a su fundación, y a menudo se sentía incómoda cuando tenía que decirle a alguien que no había dinero cuando ella tenía la cartera llena.
No es fácil trabajar tan cerca de la línea de fuego de las necesidades sociales, pero el hecho de quemarse no beneficia ni al que intenta ayudar ni a quien recibe la ayuda. Este tipo de sufrimiento no es inevitable. Es una consecuencia de querer que la vida sea lo que nunca será: perfecta.

(Extraido de: El poder invisible en Accion)